Coronavirus y subjetividad. Evidencia científica frente a evidencia subjetiva.


Por Hoover Cardona Quintero

Coronavirus y Subjetividad.
Evidencia científica frente a evidencia subjetiva.

Está ampliamente informado en todo el mundo las evidencias científicas que apuntan a la peligrosidad del coronavirus. Las noticias difunden hasta el cansancio la información sobre dicha peligrosidad, y la gran mayoría de la gente acepta esa información. No obstante, esto no coincide con la actitud de la gente frente a dicha información. Multitud de fiestas clandestinas violando las medidas de precaución son descubiertas por las autoridades con alta frecuencia, y se reconoce que hay muchas más que no salen a la luz.

Para entender esto debemos mirarlo con honestidad. La respuesta improcedente, imprudente, de la población nos debe llevar a hacer la diferenciación entre evidencia científica y evidencia subjetiva. La evidencia científica es evidencia PARA LOS CIENTÍFICOS. Ellos hacen la investigación; observan el virus y los procesos patológicos a que dan lugar con sus propios ojos. Observan cada paso del proceso, y a partir de ello, publican los resultados. Pero el resto del pueblo no tiene esta experiencia. Al pueblo sólo le llega la información publicada por los científicos, pero no ve el proceso por sí mismo. En pocas palabras, los científicos tienen evidencia, y el pueblo tiene información. No son lo mismo, y estos dos hechos diferentes tiene consecuencias diferentes.

Por otro lado, los científicos que hacen la investigación están involucrados personalmente en ella, por lo tanto, para ellos, además de ser evidencia científica, su evidencia también es subjetiva. Es más, la evidencia científica fue previamente evidencia subjetiva. La evidencia subjetiva, analizada rigurosamente, valiéndose del conocimiento científico previamente comprobado, y soportado por experiencias subjetivas previas de haber visto con sus propios ojos el mundo abierto a la vista de microscopio, lleva a convertir la evidencia subjetiva del científico en evidencia científica. A esto se suma el hecho de que sus compañeros de investigación le comunican sus experiencias subjetivas sobre el objeto de estudio, y pueden ver de este modo una concordancia en los juicios formados a partir de sus experiencias.

La revisión por pares de las investigaciones multiplica esta concordancia de juicios. Esto significa que otras investigaciones realizadas independientemente, que brindan experiencias subjetivas a cada uno de los científicos implicados, da lugar a una mayor concordancia en los juicios con respecto al objeto de estudio, lo cual le da un estatuto de legitimidad a la evidencia subjetiva, autorizando al científico a darle el título de evidencia científica. El científico informa los resultados de sus investigaciones, pero para ello primero está subjetivamente seguro de que sus resultados son concluyentes, gracias a la multiplicidad de juicios propios y de otros científicos, juicios que han derivado, cada uno de ellos, de experiencias subjetivas y que inicialmente fue evidencia subjetiva para luego devenir en evidencia científica.

Los científicos advierten de la peligrosidad del coronavirus. Ellos tienen la evidencia científica, pero, primero, tuvieron la evidencia subjetiva. La evidencia científica no eliminó la evidencia subjetiva, sino que le dio valor, le dio consistencia, estatus. La ausencia de evidencia subjetiva en ellos habría impedido el surgimiento de la evidencia científica. La evidencia subjetiva fue el primer paso.

Los científicos tienen la evidencia subjetiva y científica. Su experiencia es amplia. Ellos informan al público los resultados de sus investigaciones; informan de la peligrosidad del coronavirus.

Para los científicos es evidencia, para el público es información. El público no necesariamente lo toma como evidencia, pues no tienen la experiencia. Información es diferente de evidencia. Como analogía puede tomarse el hecho que, en un tribunal penal, por ejemplo, el juez no acepta la información a menos que sea corroborada por evidencia contundente.

Podría decirse que el público sabe que los virus son una realidad. Pero podemos ver que el público actúa, ante el coronavirus como si no existiera, ignorando las diferentes medidas de protección. Cuando siguen las medidas, lo hacen en gran parte porque son decretadas por el estado.

El público no tiene la evidencia subjetiva de la peligrosidad del coronavirus. Tiene la información, que no ha tenido el efecto esperado para la evidencia. Hemos escuchado de los virus desde la escuela, quizá aún desde la infancia en casa; hemos visto ilustraciones didácticas en la escuela, en revistas, en el diario, la televisión, pero no los hemos visto directamente con nuestros propios ojos en el microscopio. Todo eso es información, pero no nos provee de evidencia subjetiva, aunque se nos haya dicho que eso lo sabemos gracias a la ciencia. Eso también es información. La información que se repite de manera constante puede hacernos creer que tenemos la evidencia.

El coronavirus no es el primer virus de que tengamos información. En general, se sabe de la existencia de los microorganismos hace más de un siglo. Ante la gran mayoría el comportamiento ha sido de tomar medidas para evitar el contagio y enfrentar las consecuencias si este ha sucedido. Pero con el coronavirus no ha sido lo mismo, probablemente por que las medidas para hacerle frente son más exigentes que con los otros.

Este fenómeno pone al descubierto hechos que han pasado desapercibidos con anterioridad o que por lo menos abren interrogantes importantes. ¿Por qué ante otros virus sí adopta el público medidas de protección? ¿Ha surtido efecto la información en esos casos, o hay otra explicación para la adopción de esas medidas? ¿Hay otras condiciones que impiden la disposición a adoptar de medidas de precaución?

Aquí ofrecemos hipótesis para entender este fenómeno del no seguimiento de las medidas de protección. Para la mayoría de los virus (vale en general para enfermedades infectocontagiosas), las medidas de protección no implican una amplia limitación de la cotidianidad. Se ve limitada la cotidianidad de la persona enferma, y quizá de su familia, pero no de toda la población. Para evitar el contagio puede bastar con una vacuna, lo que requiere sólo disponer de algunas horas para ir al hospital o centro de vacunación, y luego continuar con la cotidianidad. Si la interrupción es más amplia, lo es la de un grupo reducido de personas. Incluso puede verse que al inicio de la pandemia hubo una amplia adopción de medidas en el mundo. Sólo después, cuando se hizo más limitante, el seguimiento de las recomendaciones se hizo débil.

Al principio, la información pareció surtir efecto, pero después no. La gente ahora actúa como si no hubiera peligro. Algunos dicen que hay peligro, pero se van de fiesta o de viaje. Su conducta no corresponde con lo que dicen. No usan el tapabocas correctamente, o no lo usan. Muchas de las medidas las ven como obligaciones, no como protección. La explicación cotidiana puede decir que saben del peligro, pero no tienen la voluntad para seguir las medidas. En este escrito proponemos como explicación, que no hay evidencia subjetiva de la peligrosidad del coronavirus, aunque abunde la información al respecto.

Cuando aprendimos a sumar lo hicimos con piedras, palitos, etc., vimos los resultados con nuestros ojos, vivimos esa experiencia, y por evidencia subjetiva, comprobamos que dos más dos es cuatro, y también fue subjetivamente evidente que otros tenían la misma experiencia, así que nuestra experiencia adquirió legitimidad. Muchos de nuestros conocimientos los adquirimos con un proceso semejante. Hicimos experimentos de química, en los cuales vimos procesos con nuestros propios ojos que nos permitió conocer las propiedades de diferentes elementos. Si en uno de esos experimentos hemos puesto huevos en dos ambientes diferentes, uno en agua salada y otro en agua sin sal, hemos visto que se hunde en el ambiente de agua sin sal y en cambio flota en el agua salada. Esto nos facilita entender que, en el mar muerto, por ejemplo, una persona flote debido a que hay mucha sal, sin necesidad de ir personalmente. El “pequeño” experimento de la escuela nos sirve de base para entender ese otro hecho. La experiencia previa nos permite entender la explicación posterior.

Pero quizá pocos han tenido la oportunidad de ver microorganismos bajo el microscopio. Faltó esa experiencia en la escuela. Quizá, a manera de prevenir futuras pandemias, convendría incluir esa experiencia como actividad curricular. Así todos habrían visto, por lo menos una vez, un virus o una bacteria. Pero esa experiencia no la tenemos la gran mayoría de nosotros. Haber tenido esa experiencia habría brindado la evidencia subjetiva de la existencia de los virus, más allá de la simple información.

Podemos ver hoy que los médicos son quienes están más conscientes de la peligrosidad del coronavirus. Es de sentido común saber que ellos en su formación tuvieron la experiencia de ver microorganismos en el microscopio. Esto les proporciona una experiencia subjetiva, pero se ve sólo como evidencia científica, pues además reciben la información que corrobora que eso mismo han visto los miembros del gremio médico, además de otros profesionales que se encargan de estudiar en general hechos biológicos. Obviamente, sí es comprobado científicamente, pero esto se basó en la evidencia subjetiva inicialmente; es decir, cada uno le dio primero, de manera subjetiva, el estatus de evidencia y debido al apoyo de la comunidad científica pasó a llamarse inmediatamente evidencia científica.

Esa evidencia subjetiva falta en el gran público, y ello aporta a la explicación de la falta de precauciones.

*Hoover Cardona Quintero
Psicólogo - Universidad del Valle (Cali – Colombia)
Magister en Psicoanálisis - Universidad Argentina John F. Kennedy
Supervisor externo de En-causar Psi

Hoover Cardona Quintero

Hoover Cardona Quintero

Psicólogo de la Universidad del Valle (Cali-Colombia), y Magister en Psicoanálisis de la Universidad Argentina John F. Kennedy. Ha sido docente de Psicología de la Discapacidad en la Fundación Universitaria María Cano de Cali, y en la Corporación Educativa Omega de la misma ciudad ha realizado docencia en Orientación Familiar y del Individuo.

También fue docente de la cátedra de Proyecto de Vida en diferentes programas del gobierno de Colombia dirigidos a población vulnerable. Cuenta con amplia experiencia en el tratamiento de las adicciones, además de realizar acompañamiento terapéutico a pacientes con diferentes diagnósticos.